Grandes Fotógrafos s.XIX - XX "Joseph-Philibert Girault de Prangey"
- eisaphotography
- 29 ene 2019
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Joseph-Philibert Girault de Prangey (1804-1892) no fue el único, pero sí uno de los primeros en fotografiar el Oriente. Nacido cerca de Langres (Francia), tenía un origen aristocrático y fue el último descendiente de los señores de Vitry. Heredó una gran fortuna tras la muerte de sus padres y hermanos en 1828, que utilizó para sufragarse sus gastos personales, así como sus viajes a lo largo de su vida. No tuvo descendencia. Comienza sus estudios de letras y derecho en París en 1820, pero posteriormente se dedicará a la pintura, en los talleres de Ingres y Heim. Sin embargo, sus grandes pasiones, que desarrollará a lo largo de su vida, serán la arquitectura, el diseño, la fotografía y la botánica.
Fue un hombre ciertamente diferente para su época, incomprendido, de fuerte carácter, poco sociable, rudo, y que dedicó su vida al estudio, al interés por Oriente y a los viajes. Su temperamento y gustos estéticos nos recuerdan al personaje de Jean Floressas des Esseintes en la novela ‘A contrapelo’ (1884) del escritor francés Joris-Karl Huysmans.
En 1832 emprendió un viaje a España, principalmente por Andalucía, fruto de su creciente interés por el mundo musulmán. Allí realizó una serie de estudios y dibujos de los principales monumentos musulmanes en Andalucía que fueron publicados bajo el título de ‘Souvenir de Grenade et de l’Alhambra, première partie de ses Momuments árabes et moresques de Cordoue, Séville et Grenade dessinés et mesurés en 1832 et 1833’. Es el inicio de su pasión por la arquitectura arabo musulmana que marcará su existencia.
A su vuelta de Granada, en 1835, se dedica a planificar y construir su villa privada, realizada siguiendo el modelo de las yali o villas otomanas construidas a orillas del Bósforo en Estambul. Se trataba de una mansión con cúpula lobulada, decorada con arabescos, rodeada por insólitas plantas y flores, palmeras, en fin, un exótico paisaje concebido en la meseta de Langres, uno de los lugares más fríos de Francia, con vistas a los Alpes y a los macizos del Jura y Vosgos.
En 1839 se divulga el nuevo invento del daguerrotipo y Girault de Prangey se entusiasmará muy tempranamente con él. Teniendo en cuenta la habilidad que ya poseía con el dibujo (ayudado de una cámara lúcida) para dibujar ornamentos arquitectónicos y monumentos, el nuevo procedimiento colmará sus aspiraciones de registrar lo más fielmente posible los modelos y detalles arquitectónicos de edificios y monumentos. Menos de dieciocho meses después de la publicación del invento de la daguerrotipia, Girault de Prangey la practica ya en París.
Lo que más fascina hoy en día al observar los daguerrotipos de Girault de Prangey son las huellas producidas por la manipulación de las placas de daguerrotipos así como por el paso del tiempo. Percibimos unas imágenes que, parafraseando a Marguerite Yourcenar, han cambiado igual que el tiempo nos cambia a nosotros. Y es que 173 años no pasan en balde. La imagen original, aquella que Girault de Prangey vio por primera vez, en su proceso de erosión y transformación adquiere una vida propia. Más que degradarse por el paso del tiempo, que lo hace, la imagen se transforma para añadir a ella toda una constelación de marcas, arañazos, raspaduras, diversas familias de hongos, así como tonos azules y dorados. Podemos percibir las huellas dactilares del propio Girault de Prangey y los gestos realizados por sus dedos en el momento de preparar y limpiar las placas. Misteriosos halos de azufre degradan las imágenes desde los bordes. Todas estas capas de información se superponen a la imagen original, el index o referente de la realidad tal y como se le apareció al fotógrafo. Unas capas que se podrían identificar con diferentes estados de la memoria, como si de una pisada que queda grabada para siempre en el terreno se tratase.
Las composiciones plásticas resultantes ofrecen una belleza casi sublime. Además, se trata de una belleza atemporal porque no es el producto de una moda pasajera, de un momento concreto de la historia, sino el resultado del paso del tiempo. Como la belleza atemporal que encontramos en las inmensas montañas esculpidas durante millones de años por la naturaleza. Objetos auráticos, como diría Walter Benjamin, que nos recuerdan el carácter único y sagrado de su frágil y conmovedora existencia. Un legado que nos permite no sólo observar imágenes del pasado, sino también imaginar fantasías orientales, viajes a mundos desconocidos y narraciones atemporales. Imágenes que nos transportan a las doradas y azules cúpulas de los cuentos de ‘Las mil y una noches’.
A su vuelta a París, Girault de Prangey prosigue con su labor de editor y realiza una lujosa publicación compuesta de litografías realizadas a partir de una selección de sus daguerrotipos. La obra se titulará ‘Monuments arabes d’Égypte, de Syrie et d’Asie Mineure’ (1846). Una continuación de su proyecto sobre la arquitectura musulmana verá la luz unos años más tarde bajo el título ‘Monuments et paysages d’Orient’, sin embargo, supondrá un fracaso editorial. Y es en este momento llega el fin de la aventura orientalista de Girault de Prangey. Sus trabajos sobre la arquitectura musulmana serán pioneros en la materia, aunque su legado no será reconocido hasta pasados muchos años.
Girault de Prangey pasó los últimos 40 años de su vida, hasta su muerte en 1892 a la edad de 88 años, solo y recluido en su mansión morisca de Langres. Allí se dedicó a una de sus pasiones: la botánica. Creó un pequeño jardín paradisíaco en su villa, rodeado de los recuerdos de sus viajes, del ambiente oriental de su mansión y por supuesto de sus cajas con daguerrotipos.
A su muerte, la mansión de Girault de Prangey fue abandonada, y con ella, gran parte de los recuerdos que contenía. Los delicados arabescos decorativos fueron erosionándose, las canalizaciones de su jardín acabaron resquebrajadas, su frágil y exótico jardín murió poco a poco mientras la maleza y el bosque reconquistaba su espacio. Sus veintiuna cajas repletas de daguerrotipos quedaron olvidadas en una habitación de la mansión que acabó en ruinas. Nada se supo de ellas. En los años 20 del siglo XX el conde de Simony compró los terrenos así como la mansión en estado ruinoso. No fue hasta 1934 cuando el conde desveló la existencia de los daguerrotipos, por fin rescatados del olvido. Y fue entonces cuando, poco a poco, en silencio, esas imágenes latentes volvieron a ver la luz, y con ellas, la memoria de un hombre con una fe ciega en su labor erudita.
Fuente: https://clavoardiendo-magazine.com/mundofoto/historia/girault-de-prangey-el-fotografo-que-nos-descubrio-oriente/

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